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La Declaratio de S.S. Benedicto XVI y el mito del error sustancial - Parte V

Foto del escritor: Estefanía AcostaEstefanía Acosta

Actualizado: 4 feb 2023


Conclusión

El mito del error sustancial enturbia el análisis canónico de la Declaratio y perpetúa una narrativa falaz, incoherente y nociva sobre la actual crisis del pontificado



La conclusión de que la renuncia de S.S. Benedicto XVI al pontificado es canónicamente inexistente/nula se desprende objetiva y directamente del documento mismo de la Declaratio, del significado que las palabras allí utilizadas poseen en el contexto canónico: Benedicto jamás renunció a ser el Papa, a ostentar la titularidad del pontificado, del munus petrino, del cargo u oficio eclesiástico de Romano Pontífice – sino solamente a ejercer algunas de las funciones asociadas al mismo[i]. Una “renuncia al pontificado” que, como la Declaratio, no tiene el pontificado mismo por objeto, no puede ser más que lógicamente impensable, jurídicamente imposible, inexistente/inválida.


Así las cosas, la causal de dicha inexistencia/nulidad se sitúa en el plano de los requisitos mínimos, esenciales o estructurales del acto jurídico (cfr. canon 124 § 1 del CDC[ii]), es verificable a partir de una mera confrontación documental y por completo indiferente a la situación subjetiva o psicológica de su autor, a su percepción de la realidad fáctica y/o jurídica circundante, y a sus motivaciones o finalidades concretas.


Ahora bien, es justamente esta claridad y objetividad lo que las teorías del “error sustancial” entran a enturbiar, al hacer depender la nulidad de la Declaratio de un alegado defecto del entendimiento, de un pretendido falso juicio de parte de J. Ratzinger / Benedicto XVI en materia teológica, en cuanto atañe a la naturaleza y las características inmutables del Papado; defecto o falso juicio que, supuestamente, habría minado la libertad decisoria del Papa frente a su “renuncia” y, por ende, viciado su consentimiento en los términos de los cánones 126 y 188 del CDC[iii]. Al introducir estos postulados, los defensores de tales teorías no hacen más que elevar innecesariamente la carga de la prueba de la invalidez de la Declaratio, pues desplazan el debate canónico desde el terreno firme de las palabras del documento hacia las arenas movedizas de las percepciones e intenciones de su autor, sembrando así dudas de tipo jurídico donde no debería haberlas, y reduciendo al nivel de mera “HIPÓTESIS” la REALIDAD palpable y decisiva de la Magna Quaestio, a saber: la continuidad y actualidad del pontificado de Benedicto XVI[iv].


He aquí, pues, la primera falencia de las teorías en cuestión: introducen el aspecto contextual, esto es, el porqué y el para qué de la Declaratio, en el ámbito canónico, es decir, en el análisis de la validez o invalidez del acto, cuando tal análisis bien puede desarrollarse, y arrojar conclusiones diáfanas, en términos puramente objetivos, documentales, lingüísticos.


Pero es que además, incluso en el ámbito meramente contextual, estas teorías ofrecen una narrativa totalmente incoherente, falaz y nociva sobre la actual crisis del pontificado. Veamos:


En primer lugar, ellas establecen un ilógico vínculo de necesidad o causalidad, y a veces una total identificación, entre lo que podría interpretarse como comportamientos/afirmaciones externamente incorrectos/heréticos –v.gr., algunas de las palabras y acciones del Papa Benedicto XVI en los últimos nueve años–, o lo que es un acto jurídico objetivamente contrario a la realidad (divinamente instituida) del Papado, y por tanto nulo –v.gr., la Declaratio– (falsedad/nulidad en sentido objetivo), y la aprobación, en lo psicológico, de tales herejías o desviaciones por parte del autor de los comportamientos/afirmaciones/actos en cuestión (“error sustancial”, intrínsecamente subjetivo)[v]. Esto, evidentemente, constituye una actitud anti-científica: el “error sustancial”, en lugar de emerger como punto de llegada o conclusión investigativa, se sitúa de entrada, inamoviblemente, como la única explicación psicológica posible de la realidad externa pertinente[vi], y viene a asumirse así a la manera de un verdadero prejuicio, al cual se procura acomodar, forzadamente, las “evidencias”. ¿Qué puede resultar de tal actitud, sino la contaminación y distorsión del proceso de investigación, demostración y argumentación?


Pero a este prejuicio inicial se agrega otro más: el gran mito tradicionalista, cuyo mantra central pregona la presunta ruptura entre la Iglesia Católica y la (mal) denominada “Iglesia Conciliar”, la pretendida incompatibilidad total entre las enseñanzas del Concilio Vaticano II (CVII) y el magisterio precedente de la Iglesia, el supuesto “fracaso” de los Papas postconciliares en lo que a la preservación del depósito de la fe y la lucha contra los poderes anticristianos se refiere. Inseparablemente ligada a este gran mito se encuentra la catalogación de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI como un “modernista” sin remedio, constantemente inclinado (por decir lo menos) a la herejía, exponente de una “dialéctica hegeliana” de engañosa reconciliación de ideas mutuamente excluyentes.


Que esta catalogación es en sí misma ideológica, prejuiciosa, falaz, queda demostrado por el hecho de que, en el intento de “demostrar” las supuestas herejías o errores teológicos de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI, sus acusadores se ven obligados a desconocer la literalidad de las citas pertinentes, retorcer la interpretación de las mismas, acudir una y otra vez a la especulación, presentar citaciones fragmentarias y descontextualizadas, y recurrir al pensamiento teológico de terceros. Todo ello ocurre, indudablemente, en el caso de los defensores de las teorías del “error sustancial”.


Recordemos, por ejemplo, la respuesta dada por el cardenal Ratzinger a la pregunta de Peter Seewald sobre los posibles cambios que el Papado enfrentaría en el futuro: “yo no puedo adelantar nada, ni tampoco quiero hacerlo con respecto a las variaciones que pueda haber en el futuro. Nosotros no podemos prever qué puede pasar en el futuro”. Esta respuesta es forzadamente interpretada desde la primera teoría del “error sustancial”, vinculada a la presunta defensa de Ratzinger de un “Papado colegial o sinodal”, en el sentido de que el cardenal estaba “profetizando” su supuesta creación posterior, mediante la Declaratio, de un tal “colegio Papal”[vii]. Aquí nos encontramos ante un caso, no sólo de “lectura de mente”, sino de frontal contradicción con las palabras precedentes de Ratzinger, según las cuales el Papado “en su núcleo central, seguirá siendo igual”, con “un hombre que sea el sucesor de San Pedro y la persona titular de la última responsabilidad” (en singular), según lo “definido en los Concilios Vaticano I y II”[viii].


Algo similar ocurre con la segunda teoría del “error sustancial”, referida a la pretendida concepción de Ratzinger sobre “el Papado como sacramento”. La supuesta anulación de la distinción conceptual entre “poder de orden” y “poder de jurisdicción”, la pretendida negación del origen papal inmediato de este último poder, la alegada minimización del aspecto jurídico del ministerio episcopal, la presunta concepción del Papado como “una segunda consagración episcopal” con su consecuente indelebilidad… Tal como lo hemos demostrado[ix], nada de esto puede hallarse en las palabras de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI (ni, mucho menos, en los textos del CVII).


Los ejemplos serían interminables. Por más citas que se escudriñen, el pensamiento teológico de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI no logra encajar en la etiqueta de “modernismo” / “error sustancial” que sus acusadores han preconcebido para él.


¿Qué puede derivar de este mito tradicionalista, y de las teorías del “error sustancial” asociadas a él, sino mayor división eclesial, resistencia hacia el magisterio pontificio reciente y un arrogante e injustificado desprecio por la persona del Romano Pontífice? ¿Es esto lo que queremos para nuestra Santa Madre la Iglesia?


Pero, como si lo anterior fuera poco, tenemos que las teorías del “error sustancial” dejan completamente de lado el contexto en el cual se emitió la Declaratio, y ofrecen explicaciones absolutamente inverosímiles sobre el para qué de dicho acto. Se dice que Benedicto XVI buscaba “apaciguar a sus enemigos luteranos”[x], o lograr la unidad con los “ortodoxos”[xi], o que sencillamente fue un cobarde o un derrotista[xii], o que, en fin, cometió un “error” de magnitud comparable al de Lucifer y los demás ángeles rebeldes[xiii] – como si en el caso de Lucifer se hubiese tratado de un “error”. Pero, en los momentos inmediatamente precedentes a la Declaratio, ¿era la unidad con los luteranos y “ortodoxos” realmente un problema apremiante, que además pudiera resolverse razonablemente mediante una “renuncia” al pontificado sólo parcial, y por tanto inválida? ¿Puede alguien que trabajó incansable e ininterrumpidamente como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por más de 20 años ser sensatamente catalogado como “cobarde” y “derrotista”?


Preguntémonos ahora: ¿cómo quedan el Papado y la Iglesia Católica, hacia el exterior, ante semejantes interpretaciones (falaces) de la Declaratio? ¿Cómo queda el mismo Espíritu Santo que los sostiene a ambos? ¿Habremos de creer que el Papa Benedicto XVI es un hereje formal –si es que la idea de un Papa formalmente herético fuera concebible–, que no sólo fue incapaz de renunciar válidamente a su cargo, sino que además se auto-percibe como el “cooperador pasivo”, en el ministerio petrino, del anti-Papa más destructivo de todos los tiempos? ¿Fue entonces el puro azar, una “desviación modernista”, lo que puso en marcha la impostura religiosa suprema[xiv], el cisma purificador final, la separación definitiva del trigo y la cizaña? ¿No es esta visión una verdadera caricatura de la Iglesia y el Papado?


¿Dónde queda, por demás, el tremendo hostigamiento que, durante décadas, sufrió y enfrentó el cardenal Ratzinger, luego Papa Benedicto XVI, por su defensa de la fe? ¿Dónde, su claro conocimiento de la creciente influencia de la masonería eclesiástica, de la corrupción y degradación moral de la Curia, de las evidentes maquinaciones y ataques de los poderosos de este mundo, del entorpecimiento de sus funciones de gobierno, de las amenazas de muerte en su contra y de un largo etcétera de tempestades en torno a la barca de la Iglesia?[xv] ¿Dónde su acérrima defensa, en documentos tanto oficiales como académicos, de los caracteres esenciales e inmutables del Papado?[xvi]


¿Dónde queda, finalmente, el comportamiento asumido por el Papa Benedicto en estos nueve años posteriores a la Declaratio? ¿No ha tenido el tiempo y las ocasiones suficientes para “enmendar su error”? ¿No es conocedor de todas las críticas que se le han dirigido –incluso desde altos mandos como los cardenales Walter Brandmüller y George Pell[xvii]– por todos aquellos elementos de su lenguaje verbal y no verbal que sugieren una aparente “diarquía Papal”? ¿Ha sido lo suficientemente tonto como para no advertir su “error”, o lo suficientemente soberbio como para persistir en él, al costo de la extrema confusión de la Iglesia Universal en torno a la identificación del Papa verdadero?


¿Es en verdad La Roca tan frágil, tan incompetente, tan impotente, como nos la describen las teorías del “error sustancial”? ¿No será más bien que el Papa no ha tenido la libertad necesaria, y/o no ha discernido la oportunidad propicia, para revelar abiertamente toda la verdad sobre su “renuncia”? ¿No estará el Vicario de Cristo, asistido por el Espíritu Santo, cumpliendo una misión divinamente inspirada, en respuesta a la actual embestida apocalíptica de los poderes anticristianos?


Todos estos interrogantes quedan simplemente descartados por las teorías del “error sustancial”, cuyos defensores, desafortunadamente, se mantienen aferrados a una elaboración canónicamente innecesaria y confusa, así como a una narrativa falaz, incoherente y altamente destructiva.


El porqué de esta obstinación lo encontraremos, no en lo académico, sino en una particular inclinación de la voluntad. Los “errores sustanciales” que se le atribuyen a Ratzinger / Benedicto XVI son demostradamente inexistentes, y la realidad fáctica de que la Declaratio constituyó una “renuncia” deliberadamente inexistente/inválida está más que documentada a partir del cuidadoso y sistemático seguimiento de los mensajes, crípticos pero a la vez coherentes y comprensibles, emitidos por el Papa en lo sucesivo[xviii]. No obstante, como para los error-sustancialistas, tal realidad –el carácter deliberado de la inexistencia/invalidez de la “renuncia”– resulta INSOPORTABLE, por consideraciones de tipo moral, ellos han DECIDIDO sencillamente negarla, desconociendo todas las evidencias que la sustentan a nivel factual, y abrazar, con tanto mayor ímpetu como menor racionalidad, la fantasiosa narrativa del “error”[xix].


Por supuesto, las consideraciones morales esgrimidas por los error-sustancialistas no resisten las más mínimas objeciones. Según ellos, si Benedicto hubiese deliberadamente invalidado su renuncia, sería nada menos que un “mentiroso”, un “monstruo”, moralmente responsable por la perdición de las muchas almas que, considerando a Francisco como Papa, han aceptado y obedecido su falso magisterio. Pero, ¿cómo equiparar la ambigüedad de Benedicto, o incluso su ironía, con la mentira? ¿Cómo no ver la pertinencia, en su situación concreta –y en la de la Iglesia–, de la enseñanza moral sobre las “reservas mentales”? ¿Cómo responsabilizar al Papa Benedicto por el engaño y el escándalo masivamente causado por Francisco, cuando los creyentes hemos sido una y otra vez advertidos de la impostura religiosa final, e instruidos acerca de la prohibición de dar oídos a quienquiera que proclame un Evangelio distinto al de nuestro Señor Jesucristo (Gal 1: 8-9)? ¿Cómo desconocer que Benedicto ha hablado cuanto y como ha podido, y que a los creyentes nos corresponde tener ojos para ver y oídos para oír? ¿Cómo tildar de “gnosticismo” el sistema comunicacional adoptado por Benedicto, cuando ha sido justamente ese sistema –lenguaje corporal incluido– lo que les ha permitido a los propios error-sustancialistas reconocerlo a él como el único, verdadero y actual Papa? Por otra parte, ¿cómo es que, para los error-sustancialistas, resultan moralmente aceptables sus propias teorías, cuando ellas caricaturizan al Papa como un pobre modernista, o bien, como el responsable de un error comparable al de Lucifer?


Hermanos, hagamos honor tanto a La Verdad como a La Justicia. Las teorías del “error sustancial” representan una gran desorientación para los fieles, y un peligroso factor de división y disidencia eclesial. S.S. Benedicto XVI no ha cometido “error sustancial” alguno: él invalidó adrede su “renuncia” para salvaguardar jurídica y espiritualmente el Papado frente a los ataques del inminente usurpador, y se mantiene, de manera nueva, intercediendo por la Iglesia junto al Señor Crucificado[xx]. Permanezcamos nosotros, por nuestra parte, unidos a La Roca, y glorifiquemos a Dios.



 

Notas

[i] Así se expresó el Papa el 11 de febrero de 2013: “Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el munus petrino. Soy muy consciente de que este munus, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerium que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma […]” (https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2013/february/documents/hf_ben-xvi_spe_20130211_declaratio.html, negrillas propias).

[ii] “Para que un acto jurídico sea válido, se requiere que haya sido realizado por una persona capaz, y que en el mismo concurran los elementos que constituyen esencialmente ese acto, así como las formalidades y requisitos impuestos por el derecho para la validez del acto” (negrillas nuestras).

[iii] “Es nulo el acto realizado por ignorancia o por error cuando afecta a lo que constituye su substancia o recae sobre una condición sine qua non; en caso contrario, es válido, a no ser que el derecho establezca otra cosa, pero el acto realizado por ignorancia o por error puede dar lugar a acción rescisoria conforme a derecho” y “Es nula en virtud del derecho mismo la renuncia hecha por miedo grave injustamente provocado, dolo, error substancial o simonía”. La libertad del consentimiento (ausencia de fuerza/miedo, dolo y error sustancial) se ubica en el ámbito de los requisitos externos del acto jurídico. Para ahondar en la diferencia entre los requisitos internos y externos del acto jurídico, con particular referencia a la “renuncia” de S.S. Benedicto XVI, véase: https://katejon.com.br/wordpress/?p=3788#.Yqo5DP3MLIU.

[iv] Nótese que incluso el dr. Mazza, defensor de la segunda teoría del “error sustancial”, analizada en las partes III y IV del presente documento, expresa su propia incertidumbre frente a la invalidez canónica de la Declaratio: “De hecho, lo que mi investigación ha descubierto es que existe una pequeña posibilidad de que él [J. Ratzinger/Benedicto XVI] tenga razón, porque la iglesia en realidad nunca ha definido la mecánica de cómo se hace un obispo en la iglesia. Existe una remota posibilidad de que pudiera tener razón, en cuyo caso su renuncia fue válida. […] Pero el hecho es que [J. Ratzinger/Benedicto XVI] podría estar simplemente equivocado. Ya sabes, simplemente un error genuino, sincero; si esa [eclesiología que J. Ratzinger/Benedicto XVI defiende] no es la mecánica de la Iglesia, si no es una eclesiología correcta”. Cfr. entrevista con Patrick Coffin: https://www.patrickcoffin.media/is-benedict-xvi-still-the-pope/ (énfasis añadido).

[v] Así, por ejemplo, hay quien pretende evidenciar el tal “error sustancial” a partir de una fotografía de los “dos Papas” en aparente coexistencia pacífica (cfr. https://www.barnhardt.biz/2022/05/06/the-present-crisis-of-the-papacy-is-one-of-legitimation-miller-quoting-walter-kasper/). De nuevo, insistimos: una situación objetiva no constituye prueba alguna de la concreta percepción subjetiva de quienes en ella participan; y lo que es más: la falsedad objetiva de una determinada proposición no necesariamente se explica por la situación subjetiva de “error” de parte de su autor (así lo explicamos, valiéndonos de los ejemplos del caso, en la Parte I del presente documento: https://www.forhumchristi.com/post/la-declaratio-de-s-s-benedicto-xvi-y-el-mito-del-error-sustancial-parte-i).

[vi] Recuérdese la (errada) afirmación de De Mattei, citada con aprobación por el dr. Mazza, en el sentido de que “la única explicación posible” para la adopción del título “Papa Emérito” por parte de Benedicto XVI es su creencia de “que la elección pontificia le ha dado un carácter indeleble, que no pierde con la dimisión”. Cfr. https://www.edmundmazza.com/2021/04/21/leave-the-throne-take-the-ministry-the-sacred-powers-of-pope-emeritus/.

[xi]https://www.barnhardt.biz/2019/01/13/thermonuclear-substantial-error-in-1978-joseph-ratzinger-posited-that-a-monarchical-papacy-was-intrinsically-arian-in-nature-and-the-papacy-should-reflect-the-trinity-a-p/. También el dr. Mazza refiere la insinuación de la FSSPX en el sentido de que el “error sustancial” de la supuesta concepción del Papado como sacramento puede obedecer al deseo de la Nouvelle Théologie de curar la herida de división con los “ortodoxos” (cfr. https://www.youtube.com/watch?v=OeTnTN6h1yI&t=5044s).

[xiv] Numeral 675 del Catecismo de la Iglesia Católica: “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”.

[xv] Un poco de ello se refiere en nuestro libro Benedicto XVI: ¿Papa “Emérito”?

[xvi] Invitamos a los lectores a familiarizarse más y más, con la mayor objetividad posible, con el pensamiento y las obras de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI. Un buen comienzo sería rastrear, no sólo sus principales documentos pontificios, sino también aquellos documentos emitidos por la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo su prefectura (1981-2005). Por supuesto, el website oficial del Vaticano presenta gratuitamente esta documentación.

[xviii] Nuevamente remitimos al excelente trabajo del periodista italiano Andrea Cionci: Codice Ratzinger.

[xix] Así se expresa literalmente, de hecho, uno de ellos: “Lo confieso, quería que esta idea de ofuscación intencional [esto es, de nulidad deliberada de la “renuncia”] fuera cierta durante bastante tiempo, incluso antes de que existiera la Teoría del Código [la teoría según la cual el Papa Benedicto se viene expresando en clave o en código tras la emisión de la Declaratio]. Quería que Benedicto fuera el jugador de ajedrez de 15 dimensiones, el brillante bávaro que se burló de todos los traidores. Pero las consecuencias prácticas sobre el terreno estos nueve años después son demasiado para soportar”. Cfr. https://nonvenipacem.com/2022/05/22/four-questions-for-the-bip-crowd-who-maintain-benedict-knew-what-he-was-doing-did-it-on-purpose-and-remains-the-only-true-pope-with-his-own-full-knowledge-and-consent/ (negrillas y subrayas, y texto entre corchetes, por fuera del original).

[xx] Cfr. Última Audiencia General del Papa Benedicto XVI, 27 de febrero de 2013: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2013/documents/hf_ben-xvi_aud_20130227.html.

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