A través de su cuenta de Twitter, el expresidente Álvaro Uribe Vélez ha publicado las intervenciones de “Las Mujeres de la Oposición”: las Senadoras María Fernanda Cabal, Paola Holguín y Paloma Valencia.
Recogemos en este artículo los trinos con los videos de la intervención de la Senadora María Fernanda Cabal, y ofrecemos una transcripción literal de la misma (Los énfasis son nuestros).
Intervención de la Senadora María Fernanda Cabal
Compatriotas:
El Centro Democrático se declaró oficialmente en oposición al gobierno de Gustavo Petro. Más de 10 millones de colombianos se alinearon en oposición cuando depositaron su voto en las urnas de la democracia. Hoy, como oposición oficial y en representación de esa media Colombia, una realidad política que no puede ser desconocida, respondemos a su discurso de posesión, conciliador, emotivo y protocolario, pero lleno de claroscuros que solo se pueden interpretar en el marco de los pronunciamientos y anuncios de campaña.
Respondemos a lo que Gustavo Petro dijo en su discurso y también a lo que no dijo y a lo que vimos, comenzando por un video en el que se insiste en el mensaje subliminal de igualar a los peores criminales de la patria con los soldados y policías de Colombia, nuestros héroes. Porque sí hay héroes en Colombia, Presidente Gustavo Petro y señor ministro de Defensa.
Los Héroes de la Patria surgieron el 7 de agosto de 1819 en la Batalla de Boyacá, como una estirpe heroica que llega hasta nuestros días: el glorioso Ejército Nacional, el mejor de Latinoamérica; entrenado durante décadas en las selvas de Colombia, enfrentando a los criminales que este país desmemoriado repudió en febrero de 2008 en la mayor manifestación de nuestra historia, cuando Colombia le dijo “No Más” a los mismos criminales que hoy se sientan en el Congreso y desde allí se atreven a tildar de delincuentes a nuestros héroes, soldados y policías de la patria, y a llamarnos ‘señores de la guerra’ a quienes jamás hemos cometido un crimen ni empuñado un arma.
Sí hay héroes en Colombia: a uno de ellos –hoy un anciano de 90 años– le tocó enfrentar en 1985 el ataque aleve y sangriento del grupo guerrillero M 19 a la sede máxima de la justicia colombiana. Hoy, 37 años después, el general Arias Cabrales sigue en la cárcel por injusta decisión de la JEP, mientras un miembro del grupo guerrillero atacante llega a la Presidencia de la República por designio incomprensible de la democracia.
Sí hay héroes y heroínas en Colombia: los miles de hombres y mujeres de la Policía Nacional, colombianos del común, amenazados por el solo hecho de vestir el uniforme. Ciudadanos que salen de su anonimato cuando los conocemos en los noticieros, con una cinta negra en su foto. Detrás del gatillero están los que pagan por matar: las mafias de todas las calañas, llámense “disidencias”, “helenos” o “clan del Golfo”… Pero también son responsables los que instigan a matar: los que han sembrado el odio contra la Policía Nacional como bandera política de la izquierda, desde los cargos públicos, desde el Congreso de la República y desde las redes sociales.
¿Qué se pretende con su traslado a otro ministerio? ¿Acaso disminuir su capacidad de enfrentar el crimen? ¿Acaso limitar su capacidad de inteligencia y cercenar sus funciones de Policía Judicial? ¿Acaso convertirla en un cuerpo civil desarmado? ¿En una policía política, más ocupada en cazar opositores que en perseguir criminales? La sociedad que no honra a sus héroes dejará de tenerlos.
La seguridad interna, tanto en los campos como en las ciudades, tiene un factor común: el narcotráfico. Aunque muy poco se habló de narcotráfico en la campaña electoral, y tampoco en la propuesta política que hoy gobierna al país, como no sea para descalificar la fumigación con glifosato como una de las estrategias para combatirlo, que desde el gobierno Santos hace sonreír y frotarse las manos a las mafias, y para dar pasos hacia el “perdón social” de los narcotraficantes. ¿Quién asesina a los líderes sociales y ambientales, en lo que ahora llaman “la Colombia profunda”, donde las mafias tienen sus guaridas, sus cultivos, sus laboratorios y sus rutas? ¿Quién desplaza y confina a comunidades enteras por temor a la violencia desatada por el control territorial? ¿Quién detenta el control social y político de la población, criminalizada por las mafias que convirtieron a los campesinos en esclavos de la coca? ¿Quién financió la amenaza narcoterrorista disfrazada de “paro nacional” que paralizó la economía y convirtió a ciudades, especialmente Cali, en campos de batalla con el apoyo de la izquierda que hoy gobierna? La respuesta es una sola: las mafias del narcotráfico y sus agencias minoristas en las ciudades: las bandas de microtráfico.
Se engaña el recién posesionado Gustavo Petro si piensa que la solución a las drogas va a llegar gracias a la concertación con las comunidades, como se lo pidieron algunas de ellas en su “bautizo espiritual”. Se engaña el nuevo Gobierno si piensa que se puede negociar con el crimen, porque a 153 dólares el gramo de cocaína en las calles de Estados Unidos, por el acogimiento de un capo nacerán dos nuevas cabezas –porque las mafias son como la hidra mitológica, a la que le nacían dos cabezas por cada una que se le cortara– para recibir la tajada de un negocio de 719 mil millones de dólares. Negocio que mató a casi 108 mil consumidores estadounidenses en 2021. Negocio que mata a diario colombianos, líderes sociales, ambientales, policías, soldados y ciudadanos desprevenidos en el caos de inseguridad de las ciudades. Negocio que mató también la moralidad pública y el ejercicio de la política.
Si la seguridad interna ha vuelto a ser una preocupación para todos los colombianos, la amenaza de la seguridad en las fronteras y, con ello, a la soberanía nacional, no es tampoco un asunto menor. El actual Presidente, a diferencia de Santos, no va a conseguir un “nuevo mejor amigo”, sino que se reencontrará con sus viejos amigos de la izquierda latinoamericana.
Se ve venir un realinderamiento de las relaciones internacionales, que ojalá no sea en la línea del socialismo latinoamericano más radical, como Nicaragua y Venezuela, esta última hipotecada económicamente a China, militarmente a Rusia, políticamente a Cuba, y con la asesoría cercana del terrorismo iraní. Ahora mismo, mientras la izquierda llega al poder en Colombia –y al Gobierno demócrata de Estados Unidos no se le ve muy preocupado– en Venezuela los ejércitos de Rusia, China, Irán, Nicaragua y Cuba juegan a la guerra con los militares del régimen de Maduro, que muestra orgulloso su inversión de cerca de 5.000 millones de dólares –durante su dictadura, ya vitalicia– en misiles, tanques de guerra, aviones y armamento de última tecnología, mientras su pueblo mendiga en los semáforos de nuestras ciudades.
No es un asunto menor, repito. No solo por una eventual amenaza a la seguridad y la soberanía nacional, sino porque un replanteamiento de las relaciones internacionales en lo político se verá reflejado en las relaciones comerciales. Sumado esto a propuestas temerarias como el desconocimiento de los tratados de libre comercio –que se pueden renegociar–, la suspensión de la exploración petrolera, las amenazas disfrazadas a la legítima propiedad privada de la Tierra y la reforma tributaria que afectará la inversión y el empleo. Toda una mezcla explosiva para una economía que a pesar de enfrentar la inflación que golpea al mundo, hasta hoy muestra los mejores indicadores de recuperación post pandemia y de crecimiento en la región.
Hace 10 años nos prometieron una “paz estable y duradera” que nadie ha visto, y nadie verá mientras haya narcotráfico en Colombia. Fue un alto precio que pagamos los colombianos, por lo que realmente fue un acuerdo de impunidad con un grupo narcoterrorista que atacó al país durante décadas. Hoy nos hablan de una “paz total”, y el precio que se le pide a los colombianos es todavía mayor, porque se pretende negociar con todas las grandes mafias de narcotraficantes, incluidas disidencias, helenos y “Marquetalias”, porque nadie se va a creer el cuento que todavía hay guerrillas subversivas son ideales políticos que no solo justifican el asesinato, el secuestro, la extorsión, el desplazamiento, el reclutamiento y abuso de menores y –claro– el narcotráfico, sino que además las hace acreedoras a justicias especiales. No. Las cosas como son: el Gobierno busca negociar con mafiosos y corruptos, y punto. Nos opondremos con determinación a que se sigan golpeando los cimientos del edificio de la justicia: ya lo quemaron una vez; no permitiremos que pretendan derribarlo, porque si cae la justicia cae la democracia.
No será fácil el ejercicio de la oposición, porque para desgracia de Colombia, el envilecimiento de la política acabó con su razón de ser, la representación del sentir de los ciudadanos. Los políticos ya no son la expresión de quienes les dan su voto y se identifican y hacen parte de los partidos: los políticos son la expresión de sus propios intereses.
Todo cambió para que nada cambie. Dicen que al desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo; y muy pronto conocimos el desayuno con los duros enfrentamientos y triquiñuelas entre los miembros de la coalición de gobierno para hacerse con la torta grande de las Contralorías. ¿Estamos frente a una nueva marca de mermelada…? Y nos corresponde, como oposición declarada de acuerdo con la ley, asumir en solitario la lucha contra la corrupción –paradójicamente– frente a quienes enarbolaron esa bandera y hoy no encuentran cómo explicar su cambio de principios.
Compatriotas: hoy ha asumido el poder por primera vez en Colombia un presidente socialista, que va a gobernar bajo los postulados y las consignas de la izquierda radical. No podemos llamarnos a engaños ni pensar con el deseo: el país se enfrentará a cambios profundos que chocan con los principios y valores de quienes nos hemos declarado en oposición.
Como Oposición defenderemos la libertad en todas sus formas, y nuestras voces no serán acalladas.
Como Oposición defenderemos a la fuerza pública, donde los héroes exponen su seguridad personal y sus vidas para garantizar las nuestras.
Como Oposición, rechazaremos aventuras de perdón social y acogimiento a criminales y corruptos, que es un irrespeto a los millones de colombianos que acatan la ley sin condiciones.
Como Oposición, defenderemos la iniciativa privada, la libre empresa, la economía de mercado, así como el derecho a la legítima propiedad de todo bien y de la tierra en primer lugar, base de un verdadero Desarrollo Rural integral, un desarrollo que acabe de una vez por todas con la ausencia del Estado que ha permitido el surgimiento de las economías ilícitas y sus violencias.
Como Oposición, respaldaremos la protección de la naturaleza y de nuestra magnífica biodiversidad, pero sin fanatismos innecesarios, buscando siempre el sano y posible equilibrio entre tan grande responsabilidad y las necesidades del desarrollo del bienestar para 50 millones de colombianos.
Como Oposición, rechazamos el adoctrinamiento político en la educación que pretende imponer un gremio que, como los políticos, también dejó de representar a los maestros de Colombia. Si rechazamos el informe sesgado de la Comisión de la verdad –además, construido como plataforma política de Gustavo Petro–, rechazaremos que sea convertido en cartilla escolar, porque defendemos la verdad sin dueño, la verdad de los que no han sido escuchados.
Como Oposición, dejamos sentado que mientras haya narcotráfico no habrá paz en Colombia, ni estable ni duradera, ni total. Haremos oposición como debe hacerse: sin noticias falsas, sin insultos, con altura, con respeto por la democracia y sus instituciones, pero con la firmeza que demande la defensa de nuestros principios y de los derechos de los colombianos.
Dios nos acompaña en nuestras convicciones, como muy cerca sentimos el acompañamiento de millones de colombianos que las comparten. Seremos fieles a la representación –que nos honra y nos compromete– de una ciudadanía que solo quiere un país dónde vivir, un país del cual sentirse orgulloso, un país para quedarse, una Patria para amar y para entregársela más grande y más digna a las generaciones venideras. Es el compromiso del Centro Democrático con Colombia.
Muchas gracias.
Hozzászólások