Colombia ha transitado un difícil camino de extremos: desde la llamada “Patria Boba”, las pugnas partidistas, la “Guerra de los Mil Días”, la necesidad de defender el territorio nacional de las avanzadas foráneas, la aparentemente mansa imperturbabilidad de sus habitantes –especialmente de los campesinos– rota por la exaltación subversiva, una producción agropecuaria e industrial en condiciones de insuficiencia tecnológica y de desventaja comercial, la necesidad de suplir al sustento mediante una economía doméstica acechada por las tentaciones del narcotráfico y la espiral de violencia que indefectiblemente arrastra consigo, hasta las promesas de una falsa paz y la impunidad propias de un acuerdo espurio.
Pero la magnitud y la crudeza de tales extremos no justifican la pusilanimidad de un falaz “extremo Centro” ni, mucho menos, la tibieza propia de la actitud que engendra la doctrina del apaciguamiento.
Por ello, para recuperar la Libertad como marco propio del Desarrollo Humano, Social y Productivo, es indispensable recuperar el cabal ejercicio de la autoridad sustentada en la Institucionalidad, como condición de posibilidad para mantener y consolidar a Colombia como un país viable. Porque el Orden y la Justicia son la garantía de la Libertad de una nación a la que sus connaturales vean, sientan, llamen y amen como Patria en la que deseen vivir, trabajar, formar una familia, educar a sus hijos y prosperar.
Este camino supone la necesidad ineludible de recorrer y de consolidar tres etapas: Salvación, Reconstrucción y Desarrollo.
Salvación
Salvación de las trampas del pasado, de las tentaciones enunciadas y de los cantos de sirena de las ideologías que se dicen “humanas” pero en la práctica deshumanizan a la Persona reduciéndola a la condición de individuo material prescindible dentro de una masa manipulable al arbitrio del “Estado”. Tales ideologías son el Comunismo, la Ideología de Género, el Abortismo y el Multifamilismo, entre otras, como los mal entendidos y falaces “Feminismo, Indigenismo, Ecologismo...”.
El mayor riesgo que ofrecen las ideologías a la estabilidad de un auténtico Estado de Derecho, estriba en sus promesas de igualdad y de felicidad como consecuencia simple e inmediata de los falsos “derechos”, sin esfuerzo, ni trabajo, ni fatiga, ni la construcción de un tejido y una estructura de relaciones familiares auténtica y funcional y, por ende, fértil y productiva.
Sí, las ideologías destruyen a la Persona y arrasan con las sociedades: a la primera la conciben como un simple cúmulo orgánico material dentro del cual dar rienda suelta a pasiones arbitrarias y aberrantes, y a la segunda la despojan de sus mejores talentos y potencias dejándola a merced de un pseudo equilibrio idealista y utópico, frágil y deleznable.
De esto es de lo que debemos Salvar a Colombia, pues una sociedad y una Nación auténticas y viables necesitan de personas con carácter, fuertes, íntegras e integradas, moralmente conscientes, formadas, con criterio y capaces de emprender y de alcanzar sus metas mediante un esfuerzo inteligente, racional y sostenido.
Reconstrucción
La alternativa hoy y, en consecuencia, la Prioridad –nuestra Prioridad y la de todos los colombianos–, es Recuperar la Institucionalidad: las instituciones cooptadas por la izquierda y las ideologías, como la Familia, el Derecho, la Educación, la Cultura y la Justicia y, con ellas, el Orden y el auténtico Estado de Derecho. Para transitar de la Salvación hacia la Reconstrucción, es indispensable recuperar y fortalecer la Institucionalidad. Sólo así podremos Reconstruir a Colombia y encaminarla hacia el Desarrollo.
Desarrollo
Sólo en un marco de eficiencia y de eficacia institucional, en el que cada una de las ramas del poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), sus distintos órganos y agencias se articulen en torno a una concepción del Derecho que respete la auténtica Dignidad y propenda por la Promoción Integral y equilibrada de la Persona Humana en todas sus Dimensiones Constitutivas, en el que cumplan cabalmente su propósito y la Misión Institucional a ellas encomendada, los ciudadanos verán la operatividad de la Justicia en la disminución de los desequilibrios, en la reducción de los delitos y en la consolidación del Orden Social.
Así, el buen ciudadano accederá a y gozará de las libertades y de las oportunidades de desarrollo personal y familiar –en primera instancia– y de participación productiva y sinérgica en la vida social, institucional y en los beneficios propios del Desarrollo Social y Productivo del país.
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