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Por qué no me “PETRIFICO”

Foto del escritor: Edwin Botero CorreaEdwin Botero Correa
¿Puede un bosque petrificarse? Sí. ¿También una democracia? También. Cuando renuncia a sus Principios y cede al pragmatismo, deja de serlo.

En el momento en el que apenas se esbozaban las precandidaturas para las elecciones presidenciales, un grupo de personas tuvimos una sincera conversación con una reconocida Senadora de la República de Colombia. Allí planteamos temas de mutuo interés y prioritarios, como la Defensa de la Vida en todas sus etapas, las drogas, la educación, el orden público, la institucionalidad, etc.


Temas que dicha Senadora consideraba “importantes”, pero que no eran la prioridad porque –según ella– el riesgo de un gobierno comunista nos obliga a “ser inteligentes” y a “votar por el mal menor”.


Mi pregunta directa fue:


¿El aborto es un “mal menor”?


Ella enmudeció.


Así mismo, se le planteó la gravedad de los demás temas. Y, sin haber respondido a la pregunta, concediendo que sí era una cuestión “muy grave”, se mantuvo en su línea. Y planteó la oportunidad histórica que teníamos de que por primera vez llegara una mujer a la Presidencia.


En ese momento el panorama estaba más o menos claro, y la Senadora María Fernanda Cabal barría literalmente en preferencia por su claridad y franqueza. Pero, en cuestión de días, la precandidatura “se desinfló” y su postulación debió ceder ante la decisión de su partido que prefirió ignorar la amplia preferencia de que gozaba, y propuso a otra persona en su lugar.


Pero antes de ello, y ante un electorado provida tal vez dispuesto a ceder ante el enfoque de “votar por un mal menor” y quizá con fe en el hecho de que ella misma reconociera públicamente ser creyente, y por ello respetar tales “convicciones”, el reconocido activista pro vida argentino Agustín Laje afirmó rotundamente en las redes que, pese a su fortaleza, ella no sería la persona que defendería como corresponde el Derecho fundamental a la Vida, y que por ello le retiraba su respaldo.


Como suele ocurrir con personalidades avezadas en la política, la falta de fundamentación y de conocimiento en materia de bioética, la llevaron a expresarse con ambigüedad y dudas con respecto al aborto y a la eutanasia, arguyendo de una parte que no estaba de acuerdo “porque ella era creyente” y, de otra, que son temas “muy complejos” y difíciles como para “explicarle a una mujer o a una familia que tiene a un ser querido [que está] sufriendo, que esa no es la alternativa”.



Ello desinfló a un fuerte, significativo y numeroso electorado provida, golpeado además por la sentencia de una Corte ante la que nada pudieron y que finalmente autorizó despenalizar el aborto hasta la semana 24 de gestación, y que encima legitimó la ideología de género, asestando con ello un golpe mortal a la estabilidad familiar, a la autoridad de los padres en la educación de sus hijos, a la institución matrimonial, a la misma institución familiar y al orden social.


Lo demás ya lo sabemos: la radicalización de los sectores políticos, así como el desconcierto, el buenismo y la condescendencia de los sectores de “centro” con los “nuevos actores” en nombre de la falsa paz, han venido cediendo ante las falacias que nos instan a “ser inteligentes” y a “votar por el mal menor”.


Es en este extraño contexto en el que se hace necesario reflexionar, luego de la decisión de los medios de “comunicación” de presentar sólo a algunos candidatos, y de decantar –sin que los ciudadanos aún hayamos votado– a los que llegarán a primera y segunda vuelta electoral. El augurio de resultados a partir de la presunción de las encuestas induce una peligrosa polarización en cabeza de sólo dos de ellos.


Mientras tanto, hacen “debates” en los que dejan por fuera al resto, sin que haya tenido lugar siquiera –repito– la primera contienda electoral, cuyos resultados –no las encuestas– son los que deben definir si hay una segunda vuelta o no, y entre quiénes. Infortunadamente, este es el panorama “informativo” pre electoral y de “opinión pública” que prevalece en el marco de nuestra “Libertad de Prensa”.


Es por ello por lo que, a partir de las primeras consideraciones, de este contexto electoral, y en el mismo marco de Libertad de Prensa, de Expresión y de Opinión, pese a lo ya dispuesto por los medios, considero importante y necesario explicar por qué no me “PETRIFICO”. Y doy diez razones:

  1. Porque la ideología de género, el aborto y el globalismo que los promueve, NO SON UN MAL MENOR. Y ambos candidatos comparten dicha agenda.

  2. Porque el primero es un populista sin escrúpulos, capaz de fingir una piedad que no tiene; indultado, pero sin asomo de arrepentimiento por los hechos de su pasado sangriento, del cual niega y elude toda responsabilidad pese a las evidencias; porque alimenta desmanes incendiarios con los que promueve el caos que desata vandalismo.

  3. Porque sin la más mínima fundamentación antropológica ni atisbo de lo que es la Ética, es decir, sin un verdadero referente de lo que realmente es la Persona, en qué consiste su dignidad ni qué es lo que la hace realmente humana, se atreve a decir que representa una “Colombia humana”. Con el mismo discurso llegó a la Alcaldía de Bogotá, en donde dijo que había “triunfado el amor”: ahí están bien claros los frutos de amor de esa “Bogotá humana” que “administró”.

  4. Porque el segundo es capaz de permitir –en nombre del “amor” y de la “unidad”, así como de un mal entendido “respeto a todos”– que los Símbolos Patrios sean denostados y que en su lugar ondeen los de las ideologías que rompen y corrompen el orden natural y, con éste, la estabilidad de las instituciones que fundan el Orden Social, como la Persona, la Familia, el Matrimonio, la Educación… Y porque, como ya lo ha dicho y demostrado, no querrá “remover” o “nadar en esas aguas”.

  5. Porque al cambiar valores por condones, cediendo a un pragmatismo político para atraer a los jóvenes con el pretexto de “¡Juicio, pues!” y priorizar temas de ideología de género como el énfasis en dar prelación de empleo a “mujeres «trans»”, demuestra el mismo desconocimiento antropológico y humanístico de los fundamentos del Orden Social y, peor aún, los supedita a las falacias de la narrativa ideológica.

  6. Porque si se examina al resto de candidatos, con excepción de los dos a los que los medios han dejado por fuera, todos ellos adolecen del mismo mal: la falta de una adecuada preparación auténticamente humana y de una sólida formación ética.

  7. Porque no basta recitar “Yo respeto las ideas de todos”. Si así fuera, cualquiera podría ser el presidente y gobernar de manera colegiada con sus opositores.

  8. Porque no se trata de “llegar allá” con unas banderas, para después presentarse como “el presidente de ‘todos’ los colombianos” y gobernar con otras, ajenas a los propósitos de aquellas con base en las cuales fue elegido.

  9. Porque la realidad no es así: a menos que se esté jugando con la gente, los votantes o electores, hacen justamente eso: elegir de entre una serie de ideas, propuestas y programas bien articulados y fundamentados, los que consideran que efectivamente garantizarán sus legítimos y auténticos derechos y los deberes de todos, sus libertades fundamentales y su estabilidad.

  10. Amén de lo anterior, porque prácticamente todos –excepto los dos ignorados por los medios– están parados en las arenas movedizas de la frágil institucionalidad que dejó la falsa paz, el malhadado acuerdo perpetuado luego del robo del plebiscito, y que hoy está cooptada por corporaciones paralelas al servicio de la izquierda radical.

Como he tenido oportunidad de manifestar en otros espacios y ocasiones (Ver: No toda proclamación de libertad es “liberalismo”, ni toda forma de producción es “capitalismo”. - Razon+Fe | razonmasfe.com), no toda expresión de respeto a la libertad es ‘liberalismo’, ni toda forma de regulación es opresión o centralismo, así como no toda forma de producción y de generación de excedentes es capitalismo. Tampoco toda forma de sensibilidad social es comunismo ni socialismo.


Pero mucho cuidado: porque tampoco todo discurso buenista equivale a bondad, ni toda proclama igualitarista es garantía de bienestar, de desarrollo, ni de progreso. Porque los Principios, como la Verdad, no son negociables.


Quien resulte electo, que esperamos lo sea en bien de Colombia, deberá ser fiscalizado constantemente, porque se le habrá elegido para gobernar, no para “mandar”, menos para mandarnos a nosotros los ciudadanos al traste mientras se arrodilla a un poder global. Y ese es el verdadero riesgo al que estamos abocados hoy.

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